Un día como hoy, pero de hace 20 años, América se coronaba campeón del torneo Verano 2002 tras vencer a Necaxa en la Final y así, lograba romper con una malaria de 13 años sin poder ganar la Liga. El gol del Misionero Castillo es el momento más recordado de aquel encuentro, pero antes de esa acción, Adolfo Ríos evitó la derrota en tiempo extra con una atajada de alto grado de dificultad que recordó en charla con Águilas Monumental y aseguró que no la hizo él como tal.

“La recuerdo perfectamente. De hecho, hoy en día lo digo con el corazón en la mano, no fui yo quien hizo esa atajada, el instrumento fui yo, pero fue un regalo del cielo. Cuando el balón le pasó entre las piernas a Salinas no tuve oportunidad de verlo justo hasta ese momento, Salinas estaba frente a mí y me estaba tapando. Entonces cuando tienes como portero un instinto, es una cuestión en la que viene un balón cerca y alcanzas a reaccionar, haces instintivamente una reacción que te puede dar la oportunidad de atajar, pero ese balón no iba cerca de mí, iba muy lejos. Yo no recuerdo haber tenido un instante la certeza de haber visto el balón para poder discernir en ese momento mi esfuerzo y mi impulso. Por eso, viendo las imágenes, me acuerdo que cuando atajé ese balón, me levanté y giré la cara buscando para ver quien me había jalado para llegar a ese balón. Fue una atajada que no tengo una explicación; Dios es bueno y nos regaló la posibilidad de atajar ese balón que nos mantuvo con la posibilidad porque ese era gol de oro y nos dejaban sembrados en la cancha, compartió.

Ganar el que entonces fue el noveno título en su historia no fue sencillo para las Águilas debido a que tuvieron que remontar una desventaja de dos goles en la Ida, misma que llenó de confianza a los jugadores de los Rayos al grado de que uno de ellos -según lo compartido por el llamado Arquero de Cristo- le dijo a Ríos que estaba en el equipo equivocado.

“Sabíamos que era una empresa difícil, habíamos perdido 2-0 y Necaxa no había recibido gol en la Liguilla. Esa situación nos ponía en un escenario muy complicado, más todavía por lo que significa jugar contra América; había jugadores como Zague, que por supuesto quería una revancha, quería ganar a como diera lugar y otros de gran calidad. El primer partido lo perdimos y sabíamos que estaba el de vuelta, pero no teníamos otra opción más que ganar y hacer goles. Terminó el primer tiempo, íbamos 0-0, solamente teníamos 45 minutos contra un equipo que nos ganaba 2-0 y dentro de la cancha estaba súper ordenado, no veías por donde hacerle daño a Necaxa. Cuando iba a arrancar el segundo tiempo pasó alguien de Rayos, habíamos sido campeones en el 98, volteó y me dijo: ‘estás en el equipo equivocado, hoy Necaxa va a salir campeón’. Voltee porque lo respeto, fue pieza fundamental en el título del 98 y le comenté que, si era así, felicidades, pero faltaban 45 minutos, relató.

MANUEL LAPUENTE SIEMPRE CREYÓ EN LA REMONTADA DE AMÉRICA

Necaxa había sido la mejor defensa de toda la Liguilla. En Cuartos de Final, Semifinal, la Final de Ida y los primeros 45 minutos de la Final de Vuelta no permitieron ni un gol; sin embargo, Manuel Lapuente sabía que bastaba con una sola anotación de las Águilas para aspirar a ganar, tal como Ríos dio a conocer.

Lo que nos dijo el profe Lapuente en el medio tiempo fue: ‘solamente les pido un gol’, ese fue todo el discurso, no nos dijo más. En ese momento dijimos: ‘vamos por un gol y vamos a ver que pasa’. Lógicamente en esa sabiduría de un entrenador como el profe como Manuel Lapuente, con toda la experiencia que tenía, sabía que si hacíamos un gol se podía resquebrajar toda la seguridad y la personalidad que Necaxa tenía. Cuando hicimos el primer gol, un equipo con una estabilidad futbolística que tenía una línea, se empezaron a poner nerviosos, a sentir una presión porque quien contagió toda esa emoción fue la gente. Cuando hicimos el primer gol parecía que la gente se quería meter a la cancha, se sentía un ambiente único, la cancha se cimbraba, la gente brincaba en la tribuna. Empezamos a darnos cuenta cuando entre ellos se gritaban porque fallaban un pase, vimos que ese gol les quitó la seguridad y tranquilidad de saber que iban a ser campeones. Cuando llegó el segundo gol parecía una cosa irreal, verías a la gente como si levitara en las tribunas, con las banderas, había niños que parecía que volaban, ya era una situación emocional distinta, creímos en ese momento que podíamos ser campeones”, dijo.

EL MOMENTO DEL GOL DEL MISIONERO

Mientras Hugo Norberto Castillo se encargaba de anotar un gol de oro molido para América, al otro lado del campo se encontraba un Adolfo Ríos sin la certeza de que la pelota hubiera entrado e impaciente por la reacción del árbitro que poco antes les había anulado un gol. Una vez que vio que el juego había acabado, festejó por separado al inicio y guardó en su memoria el llanto de los aficionados que habían esperado 13 años para poder ver a su equipo como campeón.

“Ya nos habían anulado un gol y lo primero que hice fue voltear a ver al árbitro. Cuando hacemos el gol ya con el Misionero, a mí me quedan muy lejos; Navarro hace contacto con el balón y pega en el travesaño, después bota y yo no tenía la certeza de si había picado adentro o afuera hasta que veo la reacción de mis compañeros y de la gente, parecía que el estadio se iba a caer. Mi primera instancia fue voltear a ver al árbitro, cuando lo veo pitando el final, en ese momento empecé a correr y a brincar, todos corrieron con el Misionero, yo corrí para otro lado, levanté mis brazos al cielo y le di gracias a Jesucristo agradeciéndole ese título. Después, corriendo por la cancha, veías a la gente; me impactó tanto verlos porque lloraban, nosotros también en la cancha, pero la gente lloraba después de 13 años de no gritar un título, después de 13 años de burlas y la necesidad de poder expresar el cariño por tu equipo y tener el argumento para festejar, era una cosa impresionante ver banderas, playeras, gente brincando, te remontas a ese momento y se me eriza la piel. Fue un momento especial y cada vez que veo las imágenes de ese partido vuelven a mi mente, mi corazón y mis emociones. Fue espectacular”, sentenció.

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