El América llega a la pausa con cuatro victorias al hilo y respirando en la nuca al líder. No es casualidad: André Jardine apretó el tornillo justo y reactivó un plan que en su etapa más ganadora le dio identidad, orden y pegada sin desfondarse.

Con Allan Saint-Maximin encendiendo las bandas, el técnico ajustó la sala de máquinas. La idea no busca likes, busca competir mejor semana a semana: recuperar alto, salir limpio y que los mediapuntas reciban con ventaja. El giro ya se nota en volumen, control y solvencia.

¿Por qué volvió el doble 5 ahora?

Jardine reinstaló el 4-2-3-1 con doble contención para mezclar criterio y recuperación. Álvaro Fidalgo gobierna el primer pase y pausa cuando hace falta; a su lado, Israel Reyes formado como central interpreta el rol con disciplina: corta, corrige y acelera la salida tras robo.

En la práctica, el América gana dos cosas clave: control de segundas jugadas y una salida más nítida para activar por dentro o por fuera. La presión tras pérdida se ordena desde esa bisagra y el equipo deja de partirse; se vuelve un bloque corto que defiende junto y ataca rápido.

Israel Reyes, el comodín que ordena todo

La polivalencia del canterano del Atlas es un tesoro: ya fue central, lateral derecho y ahora volante. Su radio de acción cubre las espaldas de Fidalgo, da permiso a los laterales para trepar y sostiene al equipo cuando el rival aprieta. Con Reyes, Jardine puede ajustar el partido sobre la marcha sin tocar estructuras.

Rivales de presión alta deberán elegir: ¿morder a Fidalgo y soltar a Reyes o permitir que el español marque los tiempos? En ambos escenarios, el América ya tiene respuesta y un piso competitivo más alto. No garantiza nada por sí solo, pero eleva consistencia y reduce picos y valles.