El América estaba a segundos de consumar una remontada que parecía escrita para una noche épica. El gol de José Raúl “La Pantera” Zúñiga y la expulsión de Jorge “Corcho” Rodríguez habían dejado al equipo y a la afición convencidos de que la semifinal estaba prácticamente asegurada.

Esa sensación de euforia se extendió incluso al palco principal del estadio. Emilio Azcárraga, dueño del club y uno de los aficionados más apasionados, fue captado celebrando con una intensidad que reflejaba la convicción de que el pase ya era un hecho, hasta que todo cambió en un instante.

Eliminación arruina el festejo del Patrón Azcárraga

Tras el segundo gol azulcrema, las cámaras enfocaron el palco donde Emilio Azcárraga celebraba con familiares y amigos. Su reacción fue la misma que la del estadio entero: alegría desbordada, desahogo y la sensación de que el América había vuelto a demostrar por qué nunca está muerto en la Liguilla.

La escena era el reflejo perfecto del impacto emocional del momento. Pero mientras el palco vibraba de alegría, abajo en la cancha el partido seguía abierto. Monterrey, herido y con uno menos, encontró un espacio inesperado y Germán Berterame silenció al estadio con un gol que cayó como un balde de agua helada. La euforia de segundos antes se transformó en incredulidad.

El golpe fue devastador no sólo para el plantel y la afición, sino para el propio Azcárraga, cuyo festejo quedó inmediatamente apagado por una remontada inconclusa que pudo cambiar la historia del torneo. El contraste de emociones dejó al club frente a una reflexión profunda de cara al futuro inmediato.