En su época de gestión, Ricardo Peláez convirtió a América en una máquina competitiva: planteles robustos, mano firme y una cultura de títulos que devolvió al Nido la sensación de inevitabilidad. Pero incluso en los ciclos ganadores hay decisiones que cambian la curva.
A días de otro capítulo grande, el propio Peláez aceptó que cometió el error que pudo cortar una dinastía en ciernes. La admisión reabre una herida conocida en Coapa y plantea una pregunta incómoda: ¿cuánto habría ganado el Ave si aquella determinación no se tomaba?
La decisión de Peláez que acabó con un América de época
El América de entonces había logrado el objetivo máximo: ser campeón. Sin embargo, tras la vuelta olímpica llegó la ruptura que nadie entendía en el vestidor ni en la tribuna con Antonio Mohamed. Peláez, hoy con distancia y autocrítica, reconoce que esa elección fue su mayor desacierto como directivo azulcrema. En el americanismo, admitir y corregir también forma parte del ADN.
El impacto fue doble: se quebró una ruta futbolística que ya tenía automatismos y se perdió la oportunidad de capitalizar continuidad, ese activo que separa a los equipos campeones de los equipos de época.
Los títulos que Mohamed le quitó al América
El paso del tiempo afiló la ironía. El mismo estratega que levantó una copa con el América terminó quitándole trofeos desde otras bancas: primero con un plantel norteño, después con un proyecto mexiquense y, más tarde, en un nuevo duelo de campeón contra campeón. Tres noches que bien pudieron lucir amarillo y azul.
Más allá de los “what if”, el aprendizaje es operativo: en Coapa, continuidad y convicción multiplican opciones de vuelta olímpica. Cerrar ciclos a destiempo cuesta carísimo.