La Final del futbol mexicano empezó a jugarse este jueves sin América en el terreno de juego. De nada sirvieron los puntos sumados a lo largo del año y tan presumidos por Santiago Solari, la regularidad no entregó ningún dividendo de valor tangible en Coapa, donde, por el contrario, se trabaja en una sacudida al plantel, aunque pareciera que los tiempos de cambios bien podrían ser estructurales.

Hace apenas unos días, Emilio Azcarraga Jean apareció en Guadalajara y ahí reconoció su enfado por la última exhibición de las Águilas, aquella de la eliminación en casa frente a Pumas, la que dejó una imagen triste para un americanismo que, como él, se siente decepcionado por las formas, las benditas formas que históricamente se pregonan en Coapa.

 

Hoy, el aficionado azulcrema nada en la incertidumbre de no saber si el proyecto deportivo tiene pies y cabeza, se da cuenta que hay jugadores que no estuvieron a la altura del reto y otros tantos a los que el ciclo se les acabó. El hincha de los Millonetas exige respuestas y acciones que satisfagan su molestia, al tiempo de renovar su fe.

Es aquí donde se espera un golpe sobre la mesa, una acción directa desde lo más alto de las esferas americanistas, decisiones de quien es propietario y aficionado del equipo al mismo tiempo. El pueblo crema anhela que Emilio Azcarraga no se olvide de América, que no delegue el futuro del equipo, que se involucre de lleno en las salidas y las llegadas; la gente quiere que ese enfado que ambos comparten se vea traducido en movimientos que no tengan en cuenta el nombre, sino la capacidad, y esto sin importar si se trata de jugadores, cuerpo técnico o directivos.

 

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El americanista está hambriento de ver en la cancha esa identidad de la que tantas veces se ha hecho alarde y que parece haberse extraviado de un par de años a la fecha. La tarea de pegar lo que se rompió parece complicada, pero ideal para que Azcarraga Jean voltee al Nido y la impulse desde la posición que lo privilegia.

América necesita que su dueño no lo olvide, requiere que actúe acorde a la grandeza del legado que le fue puesto en manos, que no permita tratos con el acérrimo rival, que fomente la mística que envuelve a este club. El americanismo necesita creer y nadie mejor para comandar esa misión que otro americanista.