América se dio cita en el Olímpico Benito Juárez con la ilusión renovada para el inicio del Apertura 2025. El equipo azulcrema nueva playera, nuevo patrocinador, nuevos jugadores… pero con los fantasmas del pasado acechando y saboteando lo que pudo ser un arranque de temporada con tres puntos fuera de casa.
Y no se trata de ser alarmistas. Tampoco de desconfiar de la enorme capacidad de André Jardine o ignorar el hecho de que esto apenas comienza. El equipo no está completo y viene saliendo de la pretemporada, es lógico; sin embargo, hay detalles que inevitablemente hacen ruido en la interpretación del juego.
El del viernes no fue un estreno sencillo para el América, pues hay que tomar en consideración lo mucho que ha crecido Juárez desde el semestre pasado. Pero del mismo modo hay que ser conscientes de que el partido se le escapó a las Águilas más por errores propios, que por méritos de los Bravos.
El sistema, una declaración de intenciones
André Jardine lo tuvo claro desde el inicio: la estabilidad era su máxima prioridad en el estreno contra Juárez. Es por eso que el entrenador brasileño presentó una línea de cinco defensas, donde sorprendió la presencia de Cristian Borja como central por izquierda.
Pero todo esto provocó que el equipo tuviera al menos ocho jugadores en su propio campo, renunciando por completo a la idea de protagonizar el juego cerca del área de Sebastián Jurado. El DT apostó por rápidas transiciones que dieron resultados, pero solo de forma temporal…
Es que en estas condiciones, la posesión del América tuvo un sentido defensivo y en forma de herradura: de un lateral a otro, pasando por los tres centrales que plantó Jardine en cancha. Si bien le dio estabilidad al equipo por varios minutos, bastó que Juárez asumiera riesgos para poner en aprietos a las Águilas.
La innecesaria costumbre de retar al azar
Todo esto lleva al América, con el paso de los minutos, a retroceder cada vez más hasta jugar muy cerca de la portería. Es ahí cuando se abre la puerta a lo desconocido, pues las Águilas se exponen a jugadas fortuitas en su propio campo que pueden pasarle factura.
En el compromiso contra los Bravos se dio con la desafortunada acción de Erick Sánchez, quien llegó tarde y cometió una imprudente infracción que le costó la roja directa. Y un detalle como este cambia por completo el curso de un partido que se ganaba sin ningún sufrimiento.
Se puede decir que fue “mala suerte”. Y sí, por supuesto que el juego tiene un alto componente de azar. La suerte juega un papel importante en el futbol y a veces inclina la balanza hacia un equipo; sin embargo, la “mala suerte” se ha hecho muy frecuente y esto ya deja de ser una casualidad.
¿Para qué ceder la iniciativa?
América tiene una plantilla poderosa. Tiene una jerarquía que hace temblar a los rivales en la Liga MX, algo que todos reconocen de una u otra manera. ¿Por qué no utilizar esa superioridad para protagonizar el juego? Ya son varios casos en los que el partido se le escapa a Jardine por meterse atrás antes de tiempo.
El semestre pasado sucedió en duelos clave como frente a León, cuando estaba en juego el liderato; también pasó en Concachampions contra Cruz Azul. Eso sin mencionar lo sucedido contra LAFC: América lo ganaba por la mínima y cedió el protagonismo a los angelinos, que lo dieron vuelta sobre el final.
Lejos de aportarle estabilidad al equipo, entregar el balón de esa manera pone al América al filo del precipicio: un error y todo se derrumba. Ni hablar de lo que esto genera en el rival, que sin importar su jerarquía, al disponer del esférico se siente en confianza de jugarle de tú a tú a las Águilas y hacen daño.
Lo bueno es que esto apenas comienza y pronto estarán disponibles todas las figuras, los refuerzos y obviamente con el ritmo de competición que tanto se necesita para pelear por títulos. El potencial de este América, si decide poner las condiciones en campo contrario, es infinito.