Ricardo Peláez construyó toda su vida en el futbol. Si bien resulta imposible no vincularlo a su carrera como presidente deportivo y su presencia en las directivas de los elencos más importantes de México, lo que se le puede haber olvidado a las nuevas generaciones es que fue un prolífico delantero.

Antes de tener esta última etapa amarga en la dirigencia de Chivas y de resaltar en los escritorios de América, Peláez brilló como centroatacante en Necaxa, el Guadalajara y, especialmente, en Las Águilas. Allí, además de dejar huella y convertirse en el 11° goleador de Primera División de la Liga MX, protagonizó una curiosa escena.

Con 22 años, Cabecita de Oro se estrenó en Los Millonetas con un título, tras dar vuelta una Final de manera espectacular contra Tampico Madero (el cuadro de Coapa había caído 4 a 1 en la ida y dio vuelta el marcador por 4 a 0 en la vuelta). Ese momento de alegría se trasladó al vestidor, en donde los elementos continuaron festejando.

Cuando Peláez confundió al presidente con un aficionado

Allí, inesperadamente, ingresó Enrique Díez Barroso, el presidente del cuadro de Coapa. Cuando se unió, Peláez pidió que lo corran, porque pensó que era un aficionado: “Estaba un señor ahí adentro del vestidor, ‘una foto, una foto’ y dije: ‘¿Quién es este señor? Sáquenlo’. Era el presidente del América, el señor Emilio Díez Barroso”.

“No lo conocíamos, acuérdate que antes los directivos iban a correr técnicos o a felicitar campeonatos, los veías muy poco. Y ahí me dijeron: ‘cállate wey, es el presidente del club’. Ya después hicimos una gran amistad”, señaló en diálogo con el reportero Toño de Valdés.

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