Estar en las fuerzas básicas del América significa pertenecer a una de las canteras más exigentes del futbol mexicano. No todos los que llegan ahí logran dar el salto al primer equipo; incluso figuras y capitanes juveniles han visto truncado su camino.
Ese fue el caso de un canterano que pasó de ser capitán del América a quedar fuera de las fuerzas básicas. Su madre contó en exclusiva para Águilas Monumental cómo vivieron el duro proceso: de portar el gafete en Coapa a quedarse sin registro en la Liga MX.
¿Cómo fue que su hijo empezó a jugar al futbol desde niño? ¿Cómo fue ese primer contacto?
“Él comenzó desde los tres años. Tengo un hermano que también jugaba, entonces mi mamá me ayudaba cuidando a Leonardo y se lo llevaba. De ahí comenzó el gusto: pelotear, pelotear, y ya a los 6 años entró en Chivas, ahora sí como escuelita, y realmente ahí comenzó. Después estuvo en torneos, todas las ligas con las que uno arranca, como la Copa Chivas. Desde los 6 años empezó ya con algo más formal”.
¿Cómo fue su infancia jugando en Chivas?
“Él estuvo en Chivas desde los 6 hasta los 12 años. Luego llegó la pandemia, que quiso frenar el sueño de Leo, pero no lo hizo. Chivas siguió en virtual con entrenamientos y ejercicios; el profesor se conectaba y los guiaba como se podía, aunque no fuera una cancha de futbol”.
“Después de la pandemia comenzó en un club llamado Aviña. Se tomó la decisión de darle las gracias a Chivas para iniciar un proyecto nuevo. Siempre lo ha acompañado un tío, que fue director deportivo en Chivas San Rafael y que hizo campeonas a las primeras de Chivas Femenil. Él es quien lo ha guiado. Fue una decisión difícil dejar Chivas, pero Leo quiso ese nuevo reto. En Chivas le iba muy bien, siempre era capitán y aportaba mucho. Cuando se fue, los profesores se sorprendieron, pero le desearon suerte”.
“En Aviña entrenaba con jugadores un año más grandes (2007) y eso lo motivó mucho. Fue a varios torneos, subió su nivel y hasta en Rosarito quedó subcampeón con esa categoría. Ahí comenzó en forma todo su proceso y luego vinieron las visorias”.
¿Cómo fue el momento en que América lo captó?
“Leonardo fue a un torneo en Mazatlán, donde lo vio América. Juárez ya lo había buscado, Monterrey lo estaba siguiendo, varios visores pedían verlo. Pero se rompió el ligamento cruzado y tuvo que parar año y medio”.
“Al regresar, en Aviña organizaron visorias para verlo después de la rehabilitación. Pasó procesos en Guadalajara, en Monterrey, en Pumas y en América, al mismo tiempo. Pero él venía saliendo de la lesión”.
¿Cómo fue el proceso de rehabilitación para Leo?
“Se lesionó en Mazatlán. Muchos equipos ya lo seguían, pero regresó a Guadalajara y lo atendió el doctor Rafa Ortega, de Chivas. Le confirmaron que tenía roto el ligamento, pero le dijeron que no podían operarlo hasta que cumpliera 15 años. Debía hacer rehabilitación previa.
Desde mayo hasta diciembre hizo gimnasio, hasta que en noviembre le dijeron que ya estaba listo para la cirugía. Lo operaron en diciembre y regresó a jugar en agosto”.
Lo vieron América y otros equipos. ¿Por qué decidieron irse al América?
“Al final, por ser el equipo número uno. Eso fue lo que más nos convenció. Él se sintió cómodo en Monterrey también, pero en América lo vi muy diferente, más seguro. Y al final fue su decisión”.
¿Cómo fue aceptar que su hijo se tenía que ir de casa?
“Fue complicado, pero las cosas se acomodaron. América le ofreció escuela y comida, pero no casa club. Teníamos temor, pero un amigo lo recibió en su casa, muy cerca del club. Desde entonces le dije: “Es tu oportunidad”.
“Le compramos un patín eléctrico para moverse y en cuestión de días se fue a la Ciudad de México. Fue difícil soltarlo, pero era su sueño desde pequeño”.
Ya en América, ¿cómo fue su experiencia?
“Lo veía muy contento. Fui a verlo una vez el 10 de mayo y estaba feliz. Es un chavo disciplinado: se levantaba a las 6 de la mañana, desayunaba en el club, entrenaba, iba al gimnasio, luego a la escuela y terminaba su día cenando antes de regresar a casa. Creció mucho futbolísticamente y llegó a ser capitán en el América”.
¿Cuál fue la mejor anécdota que le contó Leo?
“Compartir comedor con jugadores del primer equipo. Veía a Malagón, a Kevin Álvarez, y decía que eran muy sencillos. Una vez comió junto a Kevin y platicaron mucho. También viajaron en el autobús del primer equipo. Para él fue sentirse profesional, experiencias que no se olvidan”.
Si Leo estaba creciendo y llegó a ser capitán, ¿por qué América decidió que no continuara?
“Fue una decisión unilateral. Les dijeron que se terminó y ya. Fue muy triste. Venían de un torneo en San Diego donde él fue capitán, titular y se veía bien. Una semana después, un día antes de su graduación, lo separaron del grupo.
Me llamó y me dijo: “Mamá, ya nos dieron las gracias”. Lo vimos triste, aunque intentó estar tranquilo. No disfrutó su graduación. El jueves se graduó, el viernes regresamos con todas sus cosas. Al día siguiente ya tenía prueba en Cruz Azul”.
¿Cuál fue el resultado de la prueba en Cruz Azul?
“Sí gustó, lo querían, pero América lo liberó tarde y no alcanzó registro. Probó también en León y Atlas, pero pasó lo mismo. En Cruz Azul le dijeron que lo querían seguir viendo. Hoy está en Tercera División, con opciones de subir si un equipo lo pide”.
¿Por qué América se tardó en soltarlo?
“Así lo manejan. No solo fue Leonardo: varios compañeros tampoco pudieron registrarse en otros equipos porque no los liberaron a tiempo”.
¿Cómo ve el futuro de su hijo Leo?
“Hubo un momento en que ya no quería jugar. Buscaba universidad. Pero ahora está muy contento en el equipo donde juega, le regresó el gusto por el futbol. Tiene propuestas de universidades con becas. Si tuviera que elegir, le gustaría quedarse en Guadalajara. Atlas tiene buena cantera y si le dan la oportunidad, probablemente sería ahí”.