Detrás de cada jugador de las fuerzas básicas del América hay una historia que rara vez se cuenta. Muchos dejaron su casa siendo apenas unos niños, cruzaron el país con una maleta llena de sueños y se instalaron en la capital con la esperanza de vestir algún día la camiseta del primer equipo. Pero para llegar ahí, también hay padres que renuncian a todo.

Angélica Martínez, madre de Luis Javier Torres (actual jugador del América Sub-17), compartió con Águilas Monumental la historia de ese sacrificio silencioso: dejar ir a su único hijo a los 15 años, sin casa club y con todo por demostrar. Una decisión dura, pero necesaria, para que pudiera luchar por el sueño que lo ha guiado desde niño: triunfar en el Club América.

¿Cómo fue la vida temprana de su hijo y su familia?

“Nos movimos de Guadalajara por cuestiones de trabajo cuando estaba embarazada, y Luis Javier nació en Cancún. Tiempo después regresamos a Guadalajara. Fue ahí donde lo vieron, lo visorearon desde el América y se lo llevaron a la Ciudad de México. Él llegó con 3 años y se fue hace apenas dos. Vivió 12 años aquí antes de irse”, declaró la madre del canterano.

¿Dónde jugaba antes de irse al América?, ¿cómo empezó su carrera?

“Desde el vientre pateaba con unas ganas. Desde muy chiquito, en el kínder, comenzó a jugar. Él presionaba para que lo dejaran jugar con los de primaria, y así empezó en tercero de kínder. Ya más grande, su profesor lo invitó a la liga Córdica, y ahí hicieron una visoría para armar su propia selección. Era muy disciplinado, aunque mi hijo tiene déficit de atención y le costaba trabajo, pero siempre ha sido un niño que trabaja mucho. Jugó muchos años en esa selección. Casi siempre jugaba en dos o tres equipos; su hiperactividad le daba para eso”, respondió la madre del Sub 17 de las Águilas.

Y añadió: “Luego lo cambiamos de colegio a uno que le ofreció una beca deportiva, y después a otro con una nueva beca. El director de futbol de esa escuela era dueño de una academia, donde organizaron visorias y ahí estaba el América. Se lo llevaron cuando recién había cumplido 15 años”.

¿Cómo fue recibir la noticia de que su hijo tenía que irse de casa apenas a los 15 años?

“¿Te puedes imaginar? Sentimientos encontrados. Mi hijo siempre fue muy independiente. Su papá y yo nos separamos cuando él era pequeño, así que hacía muchas cosas solo desde muy chico. Cuando le dijeron que lo querían, era su sueño y quiso cumplirlo. Todo fue en un fin de semana, así que fue correr para ver cómo le íbamos a hacer para que se fuera. Su papá era portero y decidimos ayudarlo a cumplir su sueño. Estas oportunidades no se dan todos los días”.

“Tuve que trabajar con mis miedos: ‘El solo, Ciudad de México, viviendo solo’, porque además no le dieron casa club. Le ofrecieron todo, menos eso. Tuve que buscar dónde se quedaría. Fue complicadísimo, pero como fue tan rápido, no me dio tiempo de sufrirlo. Reaccioné, decidí que se fuera. Yo viajo mínimo una vez al mes para verlo, y ha demostrado que puede con esto”.

¿En algún momento pensó en oponerse a la posibilidad de que se fuera al América?

“Fíjate que no. Obvio, me moría de miedo, pero trabajé con eso porque el miedo era mío. Pensé: ‘Está muy chico, está solo, no sabe a qué se va a enfrentar’. Sí tuve miedo, pero me lo comí. Era mucha la ilusión que él tenía. Además, verlo enfocado en el futbol, lejos de fiestas o distracciones, me daba cierta tranquilidad. Él decidió enfocar toda su energía en esto”.

¿Qué significa para usted que su hijo forme parte de las fuerzas básicas del América, las más exigentes de México?

“Me da mucho gusto. Es algo que a él le apasiona. El hecho de que esté en un equipo como el América me da paz. Una vez le pregunté si prefería ser cabeza de ratón o cola de león. Le dije que si vas a ser bueno entre los más o menos, está bien, pero ser bueno entre los mejores te exige. A mí me enorgullece que esté en un equipo así. No le fue fácil la llegada, siempre es complicado ser el nuevo, pero hoy lo veo contento, integrado, feliz y mejorando día a día”.

¿Además del América, hubo otro equipo que lo visoreó?

“Sí, hay un profesor de otro equipo que ha estado interesado en Luis Javier. No te puedo decir cuál. Pero ahora mismo él está en un proceso con el América, y ha decidido poner toda su atención ahí. En caso de que el club ya no lo quisiera, veríamos otra opción”.

“Sé que no todos los profesores quieren trabajar con chicos con déficit de atención. Mi hijo necesita moverse, no puede estar sentado mucho tiempo. Algunos entrenadores lo han entendido y les ha dado buenos resultados. En América tiene que seguir reglas, igual que todos, y quienes han decidido trabajar con él han visto frutos”.

¿Cómo se organiza para ver los partidos de su hijo?

“En la Sub-17 juegan en grupos. Este año América está en el mismo que Necaxa, así que si puedo, me voy a Aguascalientes a verlo. Tenemos un chat con los papás; ahí nos organizamos. A veces transmiten por Facebook o van pasando el marcador. Trato de seguirlos siempre”.

¿Ha creado amistades con otros papás del equipo?

“Ahorita no, porque es una nueva categoría. Pero el torneo pasado sí hice buena amistad con un par de mamás. Una de ellas, en Ciudad de México, fue muy linda, muy pendiente de mi hijo. Aunque sus hijos ya no están, la amistad quedó”.

¿Cómo cambió su vida desde que su hijo se fue al América?

“Él es mi único hijo. Toda mi rutina giraba en torno a él. Cuando se fue, sentí un vacío, pero decidí enfocarme más en mi trabajo y hacer cosas que me gustan. Él tuvo que aprender a lavarse la ropa, a cocinar. Ya sabía algo, pero no es lo mismo. Hoy, después de dos años, creo que le costaría volver a vivir conmigo”.

¿Cree que ese cambio le ha impactado positivamente?

“Definitivamente. Ha madurado, ha crecido. Tuvo que entender que si quiere ser alguien, tiene que hacerse cargo. A veces extraña, pero ha sabido sobrellevarlo. Gente que no lo ha visto en años me dice que no parece un chico de 17 años, ni por cómo piensa ni cómo habla”.

¿Qué otras exigencias le hace el América, además del futbol?

Exigen disciplina, buenas calificaciones, compromiso. Están en contacto con la escuela y con casa club. No se enfocan solo en lo deportivo, sino en la formación integral. Saben que no todos van a debutar, y por eso les inculcan estar preparados para la vida”.

¿Alguna vez ha pensado en regresar?

“Sí, cuando tenía 15 años. Me dijo que no se sentía bien, que no jugaba, que no conectaba. Le costó adaptarse. Me dijo: ‘Si esto sigue así, me regreso’. Y le dije: “A fuerza no estás, pero no tires la toalla por un bache”. Se quedó, se enfocó, y ahora está feliz. Tenía miedo de arrepentirse si se iba”.

¿Cómo fue recibido por sus compañeros al llegar?

“No me dijo nada en su momento. Me enteré más de un año después. Al principio algunos compañeros fueron rudos, pero después se disculparon. Era un grupo muy unido. Me lo contaron otras mamás también: no es fácil para los nuevos. A veces llegan a competir en la misma posición, y eso causa fricción. Mi hijo no se dejó, si lo recibían fuerte, él respondía igual. Aprendió a defenderse”.

¿Qué tan cerca está de su hijo a pesar de la distancia?

“Procuro estar muy cerca, a veces más de lo que a él le gustaría. Lo atosigo, lo sermoneo. Pero me busca. Siempre lo hace. Le digo: ‘La vida no es fácil, pero tampoco imposible. Disfrútala, no tires la toalla'”.

¿Cuál es su mayor deseo para su hijo, dentro o fuera del futbol?

“Lo que toda madre quiere: que sea feliz. Al principio no me gustaba la idea de que fuera futbolista, lo veía muy lejano. Pero si es lo que lo llena, lo apoyo. Cerca o lejos, lo importante es que se comprometa con lo que elija“.