En América los entrenamientos se juegan como finales. El equipo llega en alza y cada sesión es un examen para ganarse minutos con André Jardine. En la más reciente, la intensidad se desbordó por un instante y el ambiente subió de temperatura: un choque fortuito detuvo el interescuadras y obligó a mirar al banco médico.

Lejos de la pose, el grupo reaccionó con temple. Hubo atención inmediata, charla breve para calmar aguas y la práctica continuó con la misma exigencia. La escena dejó una lectura clara en Coapa: competir al límite es el estándar del tricampeón, pero la cabeza fría es la que define partidos grandes.

¿Qué pasó en la cancha? El lance que frenó el entrenamiento

En un peloteo a máxima velocidad, Rodrigo Aguirre fue al duelo y terminó impactando con el brazo a Alan Cervantes. El golpe en el rostro obligó a la intervención del cuerpo médico y a bajar las pulsaciones por unos minutos. No pasó a mayores: valoración rápida, hielo y ajustes para que el volante terminara la jornada sin riesgos.

Aguirre se acercó de inmediato para disculparse. Fue un lance de juego, sin mala intención, propio de un plantel que aprieta cada pelota. El mensaje de Jardine, puertas adentro, fue claro: intensidad sí, descontrol no.

Saint-Maximin sube la vara en Coapa

Mientras se reanudaban las acciones, Allan Saint-Maximin volvió a dejar huella con una gran acción en el entrenamiento. Gol, regate y aceleración en espacios cortos: el francés está pidiendo pista y su impacto ya obliga a refinar la pizarra. La competencia interna se encendió con él en el grupo.

Con el duelo ante Atlas en el horizonte, América cerrará la semana apuntando a un once con energía y cabeza fría. El americanismo quiere espectáculo, pero Jardine prioriza el control: intensidad para ganar, lucidez para no perder futbolistas por la vía equivocada.