América ha protagonizado muchos Clásicos memorables en contra de Guadalajara en la historia de la mayor rivalidad que tiene el futbol mexicano. El más importante sin duda fue el de la llamada Final del Siglo en la temporada 83-84 en donde los cremas se impusieron para quedarse con el título.

Sin embargo, hay otros encuentros ante Chivas que viven en la memoria del americanismo y uno de ellos se jugó un día como hoy, pero de hace 26 años. Un 13 de noviembre de 1995, las Águilas se metieron al Estadio Jalisco para verse las caras con el Rebaño para ofrecer un encuentro lleno de goles y emociones.

Aquel conjunto de Coapa era dirigido por Leo Beenhakker y ofrecía un futbol sumamente atractivo, ofensivo y con el que los azulcremas llenaban los ojos de sus hinchas debido a que ganaban, gustaban y goleaban, cosa que no sería la excepción en esa edición del Clásico Nacional en Guadalajara.

La feria de goles empezó por cortesía de los Millonetas. Una de las dos llamadas Abejas Africanas picó con fuerza desde fuera del área; Kalusha tomó la pelota y cerca de la media luna sacó un disparo potente, pegado al poste e imposible de alcanzar para el arquero Celestino Morales. Los americanistas celebraban.

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La igualada vino mediante un tiro libre en el que Ramón Ramírez ejecutó y con un desvío en la barrera, logró dejar parado a un Adrián Chávez que vio como la pelota iba a dar a la red. El propio Ramírez le daría la vuelta al marcador al encontrarse con un rebote dentro del área que prendió de zurda. Chivas lo ganaba 2-1 en ese momento.

Sin decaer en el ánimo, los Millonetas siguieron con su vocación ofensiva y no se detuvieron hasta conseguir la igualada, misma que llegó con un auténtico golazo de Biyik. El camerunés tomó como venía una pelota de larga distancia y de su botín salió un misil inalcanzable para el cancerbero rojiblanco.

Antes de ir al descanso, el árbitro Pascual Rebolledo marcó una mano dentro del área de Juan Hernández y vino el penalti que se encargó de ejecutar Daniel Guzmán. El Travieso engañó a Chávez y lo dejó sin nada que hacer. Los tapatíos recuperaban la ventaja y se iban 3-2 arriba al medio tiempo.

Para el complemento fue cuando el Clásico se pintó de azulcrema. Zague emparejó los cartones al aprovechar un saque de banda largo que la defensiva de Guadalajara no pudo rechazar y con la cabeza, le ganó el duelo aéreo a Celestino Morales para mandar el esférico al fondo. 3-3 y lo mejor estaba por venir.

La remontada americanista se concretó cuando Joaquín del Olmo cobró un tiro libre justo al corazón del área. Ahí, un joven Cuauhtémoc Blanco se levantó para rematar de cabeza con potencia y colocación. La pelota terminó dentro del arco chiva y el entonces juvenil americanista corrió a abrazarse con el técnico holandés.

Así, América se llevaba un triunfo tan justo como espectacular que hasta la fecha es recordado como uno de los mejores Clásicos que se han visto en el futbol mexicano.